Crónica

 La noche que el agua se tragó la Peña (2010)

Una historia de resiliencia

Era la noche del 3 de diciembre de 2010, y el pequeño corregimiento de La Peña, en Sabanalarga, Atlántico, se preparaba para una de esas noches que cambian la vida para siempre. No fue un diluvio lento, sino una invasión rápida y brutal de agua que lo arrasó todo.



La Amenaza que Todos Temían

Desde hacía semanas, los habitantes de La Peña vivían con el corazón en la mano. El invierno era cruel, y el río Magdalena y el Canal del Dique no paraban de crecer, empujados por el fenómeno de La Niña. El Embalse del Guájaro ya estaba a punto de desbordarse. La gente, con palas y sacos de arena, intentaba contener la inminente tragedia, pero era una batalla perdida.

El grito del Dique, el lamento del Pueblo

En medio de la oscuridad que abrazaba al pueblo, el dique que lo protegía cedió. No hubo una explosión violenta, sino un estruendo creciente que pronto se transformó en un rugido ensordecedor. El agua, contenida por tanto tiempo, se lanzó con una furia imparable sobre La Peña. En cuestión de horas, la mitad del pueblo estaba sumergida. Casas, muebles, los pequeños tesoros que guardaban los recuerdos… todo flotaba a la deriva. La gente corría, con el agua hasta el pecho, buscando refugio en los techos, gritando en la oscuridad. El pánico se convirtió en el único compañero, pero también la chispa que encendió la ayuda mutua.

 Un Amanecer de Silencio y Desolación

Al amanecer, el espectáculo era desolador. Donde antes había un pueblo lleno de vida, ahora solo quedaba un inmenso lago turbio. Los tejados asomaban como islas solitarias. Más de mil familias lo perdieron todo. No solo se fueron sus cosas; se fue la seguridad, la tranquilidad, la vida que conocían.

La Lenta Cicatrización de una Herida Abierta

Los días que siguieron fueron de angustia y de una solidaridad que conmovía. La gente fue llevada a albergues temporales, sin saber cuándo podrían volver. La ayuda llegó, pero la pregunta seguía en el aire: ¿cómo reconstruirían sus vidas?


Hoy, aunque el dique se ha reforzado y se han hecho algunas obras, la herida de 2010 sigue sangrando en La Peña. Cada vez que el río Magdalena sube su nivel, el miedo regresa. Es un recordatorio constante de la noche en que el agua se tragó su pueblo, y la esperanza de que esa tragedia nunca más se repita.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

LA EVOLUCIÓN E IMPORTANCIA DE LA COMUNICACIÓN

La noticia

Prensa escrita